LA ALIMENTACIÓN EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL:
En las primeras guerras documentadas, la alimentación
dependía de cada combatiente. Esto hacía que se movilizaran animales y
productos agrícolas con el ejército, viéndose en muchos casos familias
completas acompañando a las tropas en su tarea. No fue si no hasta 1775 que una
resolución del Congreso de Estados Unidos le asignó raciones de comida al
ejército según hombres por semana. Incluía panes, carnes y legumbres que se
preparaban en el campo por grupos pequeños y se complementaban o suplementaban,
según la necesidad, con comida local. Así permaneció durante cien años. Con la
llegada de la I Guerra Mundial en 1914 ocurrió la primera gran catálisis del
desarrollo de las raciones. Los combates intensivos en las trincheras, con
barro y posible contaminación con gas hicieron necesario el desarrollo de
empacados especiales para la comida surgiendo así los enlatados y los productos
deshidratados. Se distribuían herméticamente sellados en contenedores de hierro
galvanizado de 53 kg y alimentaban 25 hombres.
La II Guerra Mundial (1939-1945) aportó cambios mucho más
grandes en el desarrollo de las raciones ya que la guerra se peleaba en
diferentes frentes y bajo una gran diversidad de climas y de condiciones. Por
primera vez se unieron para la optimización de las raciones la industria
privada, las fuerzas militares y las universidades; grupos que hicieron énfasis
en desarrollar una variedad de por lo menos 15 raciones.
Su creador fue Ancel Keys, profesor en la Universidad de
Minesota. Los soldados estadounidenses empezaron a comer las denominadas
"raciones K" (por la inicial de su creador). La Ración K era el kit
de alimentación diaria del soldado norteamericano, que fue introducida por el
ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue pensado para
un día y estaba compuesta de tres partes: desayuno, almuerzo y cena. Generalmente
estaban compuestas de: dos paquetes de galletas, cigarrillos, chicles, azúcar
(granulada, en cubitos o comprimida), café instantáneo y una llave para abrir
conservas, las cuales podían ser de carne, huevos, fruta, queso en conserva,
jugo de limón, naranja, o uva. Además incluían papel higiénico, fósforos o
cerillas, tabletas para purificar agua, sal en tabletas un paquete del caldo,
chocolates, dulces, caramelos o barras de cereal. Como nota curiosa, las
últimas comidas que salieron de la cadena de producción contenían una cuchara
de madera.
En conjunto, la racion aportaba al combatiente cerca de 3.000 calorías por día.
En conjunto, la racion aportaba al combatiente cerca de 3.000 calorías por día.